En horas de madrugada, cuando apenas el sol asoma allá lejos en todos los horizontes

… en horas de madrugada, cuando apenas el sol asoma allá lejos en todos los horizontes, en el mar y en la llanura, en los valles y más arriba de las montañas… en horas de madrugada, también, hoy mismo, surge para ti, esa luz que no tiene ocaso y que te brinda siempre el regalo de dejarte abrasar por ella… ¡luz que quema!, ¡luz que enciende y transforma!, ¡luz nueva que transfigura y no sabes cómo!… ¿pensabas, tal vez, hallarla en la sencillez de la gratuidad?, ¿suponías descubrirla en lugares privilegiados?, ¿pretendías circunscribirla en zonas o grupos determinados?, ¿se te antojaba propicia cuando cumplías con esto o con aquello, según tales o tales condiciones?… a fuerza de buscar y suponer es magro el resultado y no percibes nada… ¿has olvidado abrir las puertas del corazón?, la vida mezquina engaña y oscurece todo… en horas de madrugada, bendiciendo la aurora que no tiene ocaso, recibe en tu corazón lo más inaudito… descubre tu bien y tu tesoro, limpia el alma de «segundas intenciones”, esas que, al decir de Unamuno, no tenía Don Quijote… la #rosasinporqué deja toda oscuridad y estrechez, aprende en la luz de la gratuidad a acoger el misterio de los otros, que sólo caben en el corazón… ¿sabías que al amar a tus hermanos permaneces en la luz?, ¿dejas que la luz de la gratuidad disipen las tinieblas de la mezquindad?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 2,22-35)…