Grande es el temor al fracaso, a la adversidad, a quedar perdido, extraviado

… grande es el temor al fracaso, a la adversidad, a quedar perdido, extraviado… y grande ha de ser tu compasión y tu dolor cuando la contrariedad parece triunfar en la vida de tus hermanos o cuando ellos sufren y padecen en las mil “derrotas”… es posible que alguien camine por senderos silenciosos, al pie de las montañas, donde apenas un leve soplo del viento acompaña su andar… otros seguirán por el valle, más allá de cualquier determinación, admirando y gustando el aire y el perfume de las flores… y habrá, por esas zonas de la lejanía, ilusionados buscando siempre una nueva soledad para una más honda compañía… y tú, amigo y amiga de la rosa, sin lograr expresión adecuada, tal vez, bordeas el abismo y te deslizas en él… ruidos los hay, de los más terribles, sorpresas de todo tipo y a granel, miradas perdidas, desengaños, sombras y hasta santuarios sin altares… soledad sin marcos, ni límites, hondura inaudita, interrogante que evoca las sendas más escondidas y los lugares que ya no son tales… y aún así tienes que ser compasivo, y con todos… ¿cómo?, ¿dónde?… no te queda otro que el salto a la eternidad… por eso todo el encanto y la belleza de los altos parajes, todo el embrujo de aquellas melodías de paz, los perfiles de rostros maravillosos, los ojos más penetrantes… todo, todo, debes vivirlo en esta apertura a la eternidad para consolar a tus hermanos… la “rosa sin porqué” no se cansa de consolar de mil maneras porque solo vive de la gratuidad… ¿se estremece tu corazón en compasión ante la desorientación y abandono expuesto de tus hermanos?, ¿sólo te estremeces o buscas acercar una palabra, una acción, una mano que alivie y consuele?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 9,35 – 10,1.5ª.6-8)…