… estar al lado del que sufre sabiendo que es necesaria la distancia que respeta y deja lugar a la expresión del dolor del otro… sentir la impotencia de que las palabras que puedes decir son menos importantes que el silencio… llorar y consolar lágrimas que a veces logran salir al exterior… estar cerca porque la ruptura interior que produce el dolor derrumba, hace tambalear los cimientos de la vida… valorar el dolor sin prisa por querer escapar de la dureza del momento… y al mismo tiempo la importancia de consolar de maneras muy sencillas el sufrimiento ajeno… abrazar transmitiendo al que lo haces que estás ahí… escuchar los recuerdos que la memoria va elaborando sobre la persona que el hermano ha perdido, y no pretender explicar lo inexplicable… rezar juntos en silencio poniendo delante de Dios las preguntas que a veces, sin una respuesta clara, gritan en el corazón… la experiencia del dolor humano hace que surjan en el interior de la persona una diversidad de sentimientos que a veces parecen incompatibles, pero todos ellos son reales y se van sucediendo en el interior sin una ley que diga cuándo tienen que aparecer o desaparecer… consolar es amar con delicadeza… la #rosasinporqué sabe consolar de manera no lastimosa, porque la gratuidad le hace respetar cada lágrima como sagrada… ¿sabes consolar sin invadir ni pretender explicar todo con la lógica de la razón?, ¿te dejas consolar o dejas que el dolor o sufrimiento devasten tu corazón y tu vida?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 10,7-13)…