… en la cruz sólo hay dos palos, el que apunta como una flecha al cielo y el que acuesta los brazos… uno hace volar, el otro abraza… no hay cruz sin ellos, ni vuelo ni abrazo… hay algo muy perturbador en la idea de un Dios crucificado: escándalo para unos, contradicción para otros, absurdo para muchos… ¿dónde queda la grandeza, la fuerza, el poder?, ¿qué sentido tiene arrodillarse o reverenciar a un ajusticiado?, ¿cómo mirar a la cara a la derrota?, ¿cómo comprender el silencio del Padre ante la muerte del Hijo?… y ahí surge la eterna pregunta por la cuestión del mal, por el sufrimiento de los inocentes, por la tragedia que atraviesa a la creación… el Dios crucificado, imagen que no es metáfora, sino realidad, es, junto a la resurrección, la intuición más radical de la fe… te habla de la fragilidad humana, asumida por el mismo Dios… te habla de la paz como único camino, frente a otras sendas construidas sobre el rencor, la violencia o la ley implacable… te habla del amor como la mayor transgresión en un mundo que a demasiadas personas las etiqueta como indignas de ser amadas… te habla del dolor de Dios, un Dios que no es lejano, ajeno ni indiferente a la creación que salió de su corazón… abrazar y volar es asunto de cruz, aprende del abrazo y vuela… ¡que se convierta en ave la cruz que ya llevas!… la #rosasinporqué está crucificada en su tallo, la gratuidad la exalta y, entonces, abraza y vuela… ¿qué es la cruz para ti y cómo la vives?, ¿has aprendido a abrazar y a levantar vuelo en tus sufrimientos?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 3,13-17)…