… “caminante peregrino”, no aguardes tanto lo que aguardabas y ya no es… ¿sueñas con lo habría sido pero que ya se fue?… es hora de pases más allá y subas más arriba, que vayas más hondo… cuando todo “eso” no llega, seguramente ha de llegarte “otra” cosa… lloras Su ausencia porque querías retener Su presencia… pero para que la Presencia permanezca, debes soltarla y has de correr a anunciarla… ¡oh dicha sin nombre del puro y vero Amor que embelesa!…
… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, ¡cuánto tardas en hallar tu bien!… ¡cuántas lágrimas!… te preguntas: “¿está por allí, está por aquí, en este o en aquel paraje?”… “¿dónde está, dónde lo pusieron?”… y, claro, no está en ninguna parte… porque buscas, con pasión, lo que “no es”, lo que ya “no existe”… ¡y no es en verdad tu Amado!… no has de apretujar “recuerdos”, ni aferrarlos, para que no escapen… porque esos “supuestos” recuerdos ni están, ni son…
… cada vez que cierras una puerta juzgando que todo acaba allí… pensando que “eso” es lo que cuenta… aprisionas menudencias y antiguos o nuevos errores tuyos, ahogando la libertad de otros y mayores horizontes… suelta, suelta, suelta, que no es lo que supones… deja volando ese “pájaro” que se va lejos… ¡no acapares!, ¡no amontones!… descubre la Presencia más allá de los recuerdos…
… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, se enjugan las lágrimas por la búsqueda infructuosa del Amado… su inefable y amorosa Presencia amanece con las primeras luces del alba… no para que Lo retengas sino para que Lo anuncies… no busques entre los muertos al que está vivo… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Juan 20,1-3.11-18: “… ¡no me retengas!… ”)…