… ¡cuántos problemas imaginarios te inventas, y qué pocos reales!… ¡cuántas ansiedades te invaden que, serenamente miradas, se diluyen como arena en el mar, pero que al principio parecen insalvables!… en parte es tu vida, tu ritmo, tu realidad… vivir sin pausa, saltar de una ocupación a otra, de una preocupación a otra… sentir mucho y rápido, pero pensar poco, amar poco… y, por encima de todo, vivir en un constante equilibrio que no te deje tropezar o caer… pero si un niño no se cae nunca aprenderá a caminar… ¿no será parte de la maduración el aceptar lo quebradizo?… ¿no será parte de la maduración aceptar la vulnerabilidad de los pequeños?… ¿acaso madurar es convertirte en irrompible?, ¿acaso ser grande es convertirte en grandote o ser un agrandado?… ¿quieres ser como un niño que necesita de los otros?… a veces no sabes bien lo que eso significa, pero ponte en las manos de los tuyos, deja que ellos te cuiden… abandónate, y no tengas las riendas de todo… que ellos te consuelen en tus heridas y te animen en tus cansancios… y que, recién entonces, lleguen a ti otros heridos y otros cansados para que seas ungüento y fuerza… si quieres servir, tienes que ser servido… si quieres ser grande, tienes que ser niño… la #rosasinporqué no es grandota ni agrandada, la gratuidad la mantiene niña y por eso es tan grande… ¿qué vas a hacer cuando seas niño?, ¿te dejas cuidar y ayudar por los tuyos o eres un prepotente y un altanero que no necesita a nadie?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,30-37)…