Crees en la luminosa y dichosa locura de seguir a tu Señor

… “caminante peregrino”, el secreto de esta “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, está sólo en tu Señor… ¡nada más simple e inmediato que recibirlo a sólo Él!… sin medio alguno… nada más que acogerlo en la luminosidad de su Presencia… ¡pero quisieras que un «método» te diera la seguridad y la certeza de que eres «orante»!… nada más engañoso que eso… sin arrojo, ¡nada hay!… vives la certeza dichosa que brota en la Fe…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, ¡no puedes dudar!… tu mismo Señor ha venido y te ha llamado…. siempre llama y siempre aguarda, aún la respuesta que tarda… ¿qué puede haber más simple que abrir la puerta y dejarle pasar?… pero la «duda» ensombrece tus horas mejores y te empuja a retroceder sin sentido… buscas avenidas arboladas y asfaltadas… y dejas la pequeña senda porque se te antoja que tiene mucho barro y es demasiado estrecha…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, crees en la luminosa y dichosa locura de seguirlo… lo sigues y sigues por la senda que parece insuficiente… feliz el pobre, el que tiene hambre, el que llora, el que es perseguido… ¡tu Señor ha elegido seguir “este” camino!… inefable sea, pues, tu gozo y tu júbilo porque Él nace en el humilde establo de tu corazón… desayuna y mate con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 6,20-26: “… felices…”)…