… asusta el contagio, porque paraliza, en seco, sin esperarlo, porque obliga a desprogramar, a deshacer, a desdibujar ese plan, esa proyección de futuro de tener todo bajo control… asusta el contagio, porque es pura incertidumbre y vulnerabilidad, es la vida en pañales, desnuda, sin añadidos, sin edulcorantes… asusta el contagio, porque toca la posesión, lo tuyo, tu familia, tus amigos, tu salud, tu estabilidad, tu trabajo, tus estudios, tus proyectos… asusta el contagio, porque teníamos a la enfermedad escondida, aislada, encerrada y cuando se presenta, se cuela generando limitaciones… asusta el contagio, porque hace tambalear esa aparente libertad, y la cuestiona y la sitúa entre la espada y la pared… ahora, deben encontrarse de frente, ambas, libertad y necesidad, obligadas a construir desde lo finito, lo sensible, lo limitado… asusta el contagio, porque somos expertos en huir del dolor, de la dependencia, del pedir ayuda, de la soledad, del tiempo inútil, improductivo… y aquello de lo que huimos, al fin, nos atrapa… nos asusta el contagio y la enfermedad, quizás, porque tienen algo que ver con esa dosis de verdad a la que tanto nos cuesta llegar… la #rosasinporqué acepta la enfermedad no como una limitación sino como una oportunidad a nuevos caminos de gratuidad… ¿cómo enfrentas el contagio y la enfermedad?, ¿qué oportunidades descubres con la cuarentena?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 8,31-42)…