… acostumbrado a ponerme en puntas de pie para superar mi baja estatura, o a mirar desde arriba presumiendo no sé qué grandeza… encaramándome para lograr mis objetivos, acreditando títulos para sobresalir… me he fabricado una conciencia de impunidad que me garantiza hacer siempre lo que quiero… pero, Señor, tu mirada llena de ternura me ha descubierto espiando tu Presencia en tanta telaraña… “¡baja pronto!”, me dijiste, y pusiste en mis bajezas alturas insospechadas… ahora sé que debo bajar a las alturas de la humildad para recibirte en mi casa… ahora sé que debo bajar a las alturas del servicio para no denigrar a mis hermanos cuando les tiendo una mano… ahora sé que debo bajar a las alturas del silencio para balbucear alguna palabra… ahora sé que debo bajar a las alturas de mi pequeñez para aceptarme y amarme como soy… ¡qué alegría que experimento, Señor, al no vivir tenso en puntas de pies!, ¡que felicidad que siento al embarrarme y no importarme!… te pido, por favor, que no dejes de mirarme porque sólo en esos tus ojos míos que me miran soy, existo y me muevo… la #rosasinporqué baja a las alturas de la gratuidad y todo le aprovecha para bien… ¿vives en puntas de pié o encaramado?, ¿recibiste ya al Señor en tu casa y con los tuyos?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 19.1-10)…