Contempla en silencio ese árbol, ese roble maravilloso que está delante, en tu camino

… contempla en silencio ese árbol, ese roble maravilloso que está delante, en tu camino… el día es radiante, pleno de luz, de sol… y el cielo, azul intenso, te convida, te seduce y atrae tu mirada… robles, araucarias, eucaliptus, álamos, algunos pinos se levantan hacia el cielo y lo señalan con vigor, siempre en silencio… pero esas ramas, esas hojas, ¡no tocan el cielo!… apenas llegan a una altura que alegra tus sentidos… ¿por qué las ramas no alcanzan el cielo?… la respuesta surge si dejas de mirar horizontalmente y empiezas a mirar verticalmente: “¡son las raíces las que no están en el cielo!”… esta es la paradoja que tanto te enseña, este es el secreto que llevas y que no se resuelve con textos, repeticiones, ni «distracciones», y, desde luego, ni «reuniones»… como la fuente y la gratuidad se alcanzan en el corazón, en la hondura, en el silencio primero, no en la especulación vana ni en consideraciones infinitas, no girando como satélites locos alrededor de esferas de cartón o de papel… el cielo de Dios es Dios mismo, no es fantasía, y allí está la Vida… la #rosasinporqué tiene sus raíces en el cielo de la gratuidad por eso florece tan hermosa y radiante en la tierra… ¿dónde tienes tus raíces, dónde te arraigas para vivir, florecer y dar frutos?, ¿vives con la ley de la gravedad espiritual que es la gratuidad que permite que todo se eleve?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,39-56)…