Aprendí a pedir, que no quería

… aprendí a pedir, que no quería… aprendí a buscar, que no deseaba… aprendí a llamar, que no necesitaba… una autosuficiencia vanidosa me estrelló contra mis límites no asumidos… y al ver a un pobre pedir, a un soñador buscar, y a un enamorado llamar, ¡y verlos tan felices!, descubrí la tristeza de mi yo enroscado en sutilezas… hoy mis saberes son como trajes de niño colgados del armario, coloridas vestimentas que acompañaron mi estatura en un trayecto del viaje… pobres saberes decorados con títulos y sellos archivados bajo llave… hoy “algo” amanece “nuevo” entre todos mis saberes armados de razones y de mapas… hoy es mi ignorancia un colirio que me lava los ojos, un ayuno que alivia la razón, un sosiego indefenso sin técnica ni horario, una puerta clandestina abierta hacia el mañana… llega la gratuidad sin publicidad, sin etiqueta, como aroma de uno de enero, como esperanza que desarma mis razones blindadas… la gratuidad me acoge en la noche como la única certeza que no devora mi pasado, ni se burla de mis saberes pequeños, amigos fieles como perros de ciego, que me condujeron hasta Ti, Señor… la #rosasinporqué pide, busca y llama, la gratuidad la libera de la autosuficiencia que anestesia y mata… ¿pides, buscas y llamas?, ¿eres feliz?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 11,5-13)…