… saber detenerme ante los “caídos” y conmoverme, asistirlos, hospedarlos… saber recibir con delicadeza, saber escuchar con atención… saber mover el corazón en la oración diciendo Padre… saber pedir con confianza, buscar con perseverancia y llamar con humildad… ésta ha sido, Señor, la sabiduría que has querido compartirnos en estos días… pero en el árbol de la vida brillan miles de ofertas con brillo de paraíso al alcance de la mano… ¡y maduran tan lentos nuestros frutos!… la confusión ha ocupado nuestras plazas, somos como ramas cortadas del tronco rodando por el suelo, intimidad usada y desechable… pero Tú te acercas y nos buscas sin descanso por callejones y avenidas en la soledad extraviada y en una virtualidad corporativa… unges los ojos con colirio para limpiarnos con ternura la imagen fantasmal de una vida dividida… rescatas del lodo y con tu mano podas las hojas maltratadas, limpias con agua bautismal y nos injertas en el Árbol de tu Vida… ¡tu abrazo recorre toda mi espalda y es perdón sin condiciones!… una añoranza de Casa paterna pone a latir mi corazón de nuevo… me invitas a tu Reino y quieres que me acerque a cada uno con un abrazo amigo descubriéndoles tu oferta de gratuidad y alegría… la #rosasinporqué no desparrama ni dispersa, la gratuidad la lleva a unificar todo en la vida… ¿desparramas o unificas?, ¿eres instrumento o te adueñas?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 11,15-26)…