Una vida mal llevada, lo reconozco

… una vida mal llevada, lo reconozco, disfrazada de amores epidérmicos, queriendo vivir en un momento aquello que, para ser auténtica, no tiene tiempo… me descubrieron, y me llevaron ante el que llaman “Maestro”… ya estaba muerta, aunque entonces no lo sabía… Magdalena o, mejor, Lázara ahora me llamaría… experimenté un silencio doloroso, vacío, opresivo, congelado… como en las sepulturas, nada se movía… la vida ya había huido, precipitada en su deserción, dejando demasiado por decir… ante los acusadores, como tras la losa, yacía yo, inerte, un cuerpo derrotado… ni lágrimas ni lamento, en una quietud invernal en plena primavera… me venció pecado, la fragilidad, la necesidad… me paralizó no ver que la vida es otra cosa, me mató el peso de una pasión insaciable, me desangré por la herida de sueños incumplidos… entonces, de repente, una Voz: “mujer, ¿dónde están los que te acusan?”… la misma que al Lázaro de la tumba le dijera: “sal afuera”… calor, vida… ¿qué es esto que siento?, ¿será posible la esperanza?… ¿será, en este silencio ahora habitado, que me aguarde la Vida, que unos brazos abiertos me esperen, para bailar, juntos, sobre los restos de mi pecado y tontería?… si, si, ¡Dios mismo! de nuevo en mi horizonte, ¡hoy puedo empezar de nuevo!… vamos, Lázaro, Lázara ya camina… la #rosasinporqué despierta nueva cada mañana, la gratuidad no le permite darse por vencida… ¿te dejas encontrar y llamar por el Dios de la vida?, ¿generas oportunidades para que otros vuelvan a empezar?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 8,1-11)..