¿Tienes una balanza al alcance de la mano?

… ¿tienes una balanza al alcance de la mano?… pon en uno de los platillos esas cosas que tanto te preocupan ahora y comprobarás, inmediatamente, que no tienen tanto peso ni valor… en cambio, si colocas en el otro platillo eso bueno que está en tu corazón: una sonrisa, una caricia, un abrazo… ¡el peso será enorme y hasta se romperá la balanza!, pues no hay modo de pesar, ni de medir tanta maravilla… lo que te duele, duele y tanto, según la atención que le prestas y a causa de la ansiedad que te desvía… esta ansiedad proviene de una sed desproporcionada de “realizaciones”, sobre todo en el orden afectivo que heredas desde hace tanto, tanto tiempo, de situaciones que bien conoces o que puedes rectamente suponer… fíjate muy bien: tu pedido, desde luego, es legítimo pero errado, es que no es fácil acertar con lo “esencial”… cuando dices que quieres ser “grande”, ¿qué quieres decir?… ¿ser grandote o agrandado?… solo los pequeños son grandes… la única manera de crecer y no dañar, es amando… y esto sólo es posible descendiendo a las alturas del servicio… “… Señor, cuanto más pequeña es mi vida, más grande son mis hermanos en ella… cuanto más grandes son mis hermanos, y más pequeño yo, más grande eres Tú en ellos…”…. la “rosa sin porqué” permanece siempre pequeña, por eso es tan grande en su gratuidad… ¿puede ser que quieras crecer sólo para ocupar más lugar?, ¿respetas y valoras a los pequeños, niños y grandes, como se lo merecen?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 9,46-50)…