¡Tienes todo tu corazón para ofrendarlo a tu Señor!

… “caminante peregrino”, ¿despojado de obras y de méritos?… ¿crees que es importante almacenar títulos, recomendaciones, garantías y mil cosas más?… ¿cuántas personas se cruzarán contigo para saludarte hoy?… ¿muchas?… preguntas un tanto ridículas a estas alturas… ya sabes que tu camino no admite semejantes consideraciones… es de otra índole, sigues por otros parajes…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, no te afanes por «contar»… no es eso, no va por ahí tu andar, no se trata de cantidades… el Amor más sabe de intensidad, de calidad, que no de cantidad o de contabilidad… deja a Dios las sumas y abandónate en lo pequeño… ¡que es en verdad lo grande!… y no temas perder si sólo posees algo muy pobre para dar…

… ¿acaso quien lo dio todo no entregó más que aquél que daba mucho porque, según su contabilidad, le sobraba abundantemente?… entonces ¿qué importa más?… si no tienes otra cosa, ¿no tienes todo tu corazón para ofrecerlo a tu Señor?… reposa en tu oración pequeña y silenciosa… vuélvete todo en tu ofrenda y aprende la compasión… vive el misterio de la Misericordia… y desde la soledad del Huerto de Getsemaní acompaña en tu corazón al Señor toda una hora… sí, ¡toda!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, dejas de contar lo que das, entregas y ofrendas… ¡que no te interesa la cantidad!… porque lo que das, entregas y ofendas es el corazón… y si el corazón no se vacía todo entero no da, ni entrega ni ofrenda nada… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 21,1-4: “… dio todo lo que tenía para vivir… ”)…