… tal vez, un día, llegue a ser como un niño y, entonces, con fe madura pueda al fin balbucear “Abba”, “Papá”, para dialogar con Dios… dialogar con Dios que es Padre, no “un ser trascendente innominado”, no una “energía superior” incolora e inodora, no “una proyección psicológica” de mis miedos e incertidumbres, no “una construcción cultural” anacrónica, no “el opio” para dominar a muchos, no la “ensalada rusa” de sincretismos paganos… mientras tanto, hasta que un día llegue a ser niño, rezaré “al revés”… quiero decir con todo mi corazón “Amén”… y tener, en mi debilidad, la conciencia de bien para pedir verme libre del mal y del maligno… y desear sinceramente no caer en las tentaciones de desaliento y de queja, que vienen de mi orgullo… porque necesito aprender a perdonar así como me perdonan todo a mí, ya que soy realmente hijo y hermano y no huérfano ni adversario… porque soy necesitado del pan cotidiano del afecto y del sustento, pan que no se acumula ni guarda en despensas… para que la voluntad de Dios, que es mi felicidad, la pueda vivir alegremente, haciendo que reine en mi vida y en la vida de todos y poder, así, humildemente homenajear en cada momento al único Santo… ahora sí, Padre mío, mi Padre, ¡Padre nuestro!… la #rosasinporqué deja que la gratuidad gima en su interior diciendo “!Abba!”… ¿dejas que el Espíritu ore en tu corazón gimiendo “Abba”?, ¿oras, recitas, repites el Padrenuestro?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 11,1-4)…