… ¿qué tienen las lágrimas que pesan tanto?… el peso del amor ante el sufrimiento del amado, del amigo, del hijo… lágrimas húmedas de momentos compartidos, de vidas entrelazadas entre alegrías y penas, de mesa sencilla, de caminos polvorientos, pies cansados y vasos de agüita fresca… pero hay quienes no quieren volver a sufrir, viven con el corazón disecado y, entonces, lloran lágrimas secas… porque, ¡no se puede evitar llorar!… “María de las mil espadas, Madre mía, Señora de los Dolores, ¡enséñame a llorar!”… la sangre del justo y la del malvado pasan por tu mismo corazón, la espalda del que golpea y la que recibe el latigazo son parte de tu mismo cuerpo… en tus lágrimas lloran el dolor del bueno y la confusión de su agresor… en tu corazón no hay excluidos, en tu cuerpo todos cabemos, en tus lágrimas todos lloramos, en tu ternura todos existimos… “¡déjame entrar contigo, Señora, en tu misterio, y vivir en el hogar de tu Corazón donde reconcilias lo imposible!… Madre: ¡enséñame a llorar!”… “hijo mío, hijito mío, ven… no tienes que aprender a llorar, tan sólo aprende a amar sin más de más… no dejes nunca de amar y, entonces, llorarás…”… la #rosasinporqué sabe de lágrimas húmedas, con el rocío de la gratuidad fecunda la tierra en que hunde sus raíces… ¿no te permites llorar?, ¿has enjugado las lágrimas de tu madre?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 19,25-27)…