¿Por qué no te llaman ya?

… ¿por qué no te llaman ya?, ¿por qué no te escriben ahora mismo?… te sientes, en ocasiones, como un animal enjaulado, nervioso, inquieto, desesperado… y esa jaula tiene algo de irreal, de imposible, de tramposo… cuesta dejar que se serenen los días, pero es un aprendizaje muy necesario… la inmediatez puede ser una promesa envenenada, te acostumbras a tenerlo todo al momento… y pierdes la costumbre de esperar, o de disfrutar de la memoria de los momentos buenos, porque demasiado pronto vuelves a pensar “quiero más”, “lo quiero ya, ahora”… y el primer agobiado eres tú mismo, incapaz de saborear la vida, engulléndola con un ansia que nunca se sacia… impaciente, preso de las prisas, temeroso de los silencios, queriendo marcar los ritmos… la incapacidad para atesorar lo vivido es en parte inseguridad, miedo y falta de fe… uno de los principales caminos hacia la salvación es ir cultivando esa capacidad para gustar despacio las cosas, para agradecer lo vivido o saber esperar lo que está por venir… así que, si te agobia la urgencia, cierra los ojos, respira hondo, ríete un poco de tu propia fragilidad y despréndete de las cadenas con algo de estilo, buenas dosis de humor y una pizca de fe… la #rosasinporqué no se obsesiona por lo que tiene que hacer para salvarse, con la gratuidad vive intensamente cada momento y lo disfruta… ¿piensas que te salvas haciendo cosas?, ¿disfrutas y vive con intensidad el momento presente?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 13,22-30)…