… parece que para muchos es incompatible ser creyente, y sobre todo practicante, con ser normal… “¿que aún vas a Misa?… uyyy, ¡qué colgado!”, “¿crees en Dios?… ¡qué antiguo!”… hay una tolerancia políticamente correcta a todo, pero luego parece igualmente correcto ser tremendamente intolerante con las creencias religiosas… a menudo se parte de “comodidades” que, en general, lo que muestran es bastante pereza e ignorancia… hay personas que parecen prematuramente desengañadas de todo, escépticas sin motivo, rendidas sin guerra… esto a veces cuestiona, otras entristece y otras provoca… cuestiona, porque hay que reconocer, con un poco de autocrítica, los muchos errores que ha habido -y hay- a la hora de transmitir la fe… entristece, porque muchas veces las personas que carecen de fe tienen una visión poco reflexionada, y está fundada en prejuicios, simplificaciones y estereotipos, antes que en preguntas, búsquedas y opciones serias… provoca, porque es un reto ayudar a las personas a abrirse… ¿cómo ayudar a otros a darse cuenta de que la fe tiene que ver con lo más hondo, lo más auténtico, lo más profundo que se pone en juego en la vida: el amor, la alegría, la soledad, el propio lugar en el mundo, el sufrimiento, la muerte, el encuentro entre las personas, la libertad, el riesgo, el tiempo y Dios?… ¿cómo ayudar a otros a adentrarse por el camino de la duda, la búsqueda y la fe, cuando a menudo la actitud es la de quien está de vuelta sin haber ido?… con misericordia y con una convicción vivida… la #rosasinporqué vive desde la misericordia y no desde el voluntarismo, por eso la gratuidad le da el horizonte de la fe para el ayer, el hoy y el mañana… ¿te preocupas por ayudar a otros en el camino de la fe?, ¿tratas de imponer por la fuerza tus creencias o las contagias con tu vida convencida y convincente?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 12,1-8)