… palabras que hieren, gestos que hieren, se multiplican… existe una honda y misteriosa “flagelación” en los azotes que te llegan a través de expresiones, de términos, de actitudes, de amenazas, de descuidos, de olvidos o negligencias… es que vives muy pendiente de los reconocimientos, de las manifestaciones de aprecio, de la acción de gracias que consideras te deben… pero la ingratitud daña al ingrato, porque lo hace desconsiderado con el bien recibido… puedes hacer tanto mal y ¡tanto bien! con una mirada, con un gesto, con una atención… la acción de gracias es el final de un camino de gratitud que nace en el corazón… la acción de gracias no es un descolorido e insípido y obligado gesto de buena educación… el camino de la gratitud comienza con la gratuidad aceptada y vivida, con la gratuidad asumida como fundamento de la vida feliz compartida… cuando la mediocridad y la mezquindad ganan los corazones, se pierde el respeto y no interesa la delicadeza… sin respeto y sin delicadeza el trato humano se degrada hasta perecer… no prestes atención a los “dardos” vengativos de la ingratitud, que por lo general los engendra el resentimiento… cuando todo se limita al poder, a la competencia y a la fuerza bruta, no interesa agradecer… la #rosasinporqué sabe agradecer de corazón y no por mera buena educación, la gratuidad la conduce a una sincera gratitud en todo y con todos… ¿eres agradecido de corazón o por buena educación?, ¿dejas que la gratuidad expanda tu corazón para vivir en una permanente acción de gracias?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 17,11-19)…