No necesitas ver para creer, ¡pero necesitas tocar para amar!

… “caminante peregrino”, en el régimen de la gracia la recompensa se da antes del mérito… la riqueza y la felicidad se prodigan antes de la prueba… éstos son los procedimientos propiamente divinos… tu eres incapaz de ésta liberalidad porque tú no eres fuente de bien, sino depositario temeroso y pusilánime… tanto en la educación de tus hijos como en tus cosas y en tu justicia, pones en primer lugar las condiciones y las amenazas de sanciones… ¡no acuerdas el precio más que después de haber obtenido la tarea, a cambio de servicios o garantías!…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, ¡con Dios todo es distinto!… desde el momento que como pecador apelas a Dios, recibes justamente lo que no tiene precio: ¡la herencia de la Sangre divina y la dignidad de hijo!… así tu corazón es liberado por la victoria de tu Señor amado y es colmado de este triunfo puro… y, después, una vez armado ya de nobleza y alegría, es cuando se te invita a caminar y orar… entonces has de aportar tu trabajo y tu fatiga en la medida de tus fuerzas… tal es el gobierno de la gratuidad, del Reino de Dios…

… es que los caminos de Dios son distintos de los tuyos… hasta el punto que muchas veces no los comprendes… no te atreves a creer en esta dignidad, en esta libertad que se te ofrece… ¡casi llegas a no fiarte de la generosidad de Dios!… ignoras Sus dones esenciales desde el momento en que abusas de bienes inferiores… ¡la falta de fe y de confianza te paralizan!… no hallas fuerzas para seguir el sendero desviado por el que pretendes caminar… porque la incredulidad y la angustia sofocan lo mejor que hay en tu corazón…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, tocas el Costado abierto con tu mano y acaricias las llagas del Amor con tus dedos… no necesitas ver para creer, ¡pero necesitas tocar para amar!… no le pidas a tus ojos que vean al Invisible, pero dale a tu corazón los toques del Amor… … desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Juan 20,24-29: “… ¡felices los que creen! …”…)…