… nada satisface tu «deseo»… día a día se apagan las luces, que las tenías por nuevas y duraderas… cuando esto así acontece es necesario detenerte al menos un instante, escudriñar en tu corazón y abismarte en la quietud pequeña, dar tiempo al respiro y no encerrarte en razonamiento alguno… sólo mirar y embelesarte con lo que aún no ves, sólo gustar lo que ya está llegando… y dejar, y continuar el camino con la certeza de que algo nuevo está llegando… es, entonces, el momento, el instante, la ocasión indecible de sólo atender, de recibir humildemente, de acoger maternalmente… de contemplar sobre toda visión, siempre más allá… ¡ver más allá!, ¡ver con los ojos del corazón!… ¿es demasiada audacia, exagerado sueño?… purifica tu visión, tu mirada, cura tus ojos con el colirio de la gratuidad, olvida todo lo que tenías por irrepetible y único… el misterio de la gratuidad, de la presencia del Don, se abrirá camino en tu corazón en la misma medida en que tú te abandones a él… no te apresures sin necesidad, no copies nada ni imites a nadie… deja que la gratuidad te posea y verás… ama y desea, desea y espera, ¡espera con los ojos del corazón bien abiertos que ya llega!… la #rosasinporqué limpia su mirada con el colirio de la gratuidad, y todo lo ve nuevo y hermoso… ¿purificas tu mirada interior o tus ojos están enfermos y no ves nada nueve ni bueno?, ¿pides ver desde la fe?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 9,27-31)…