Mirar alrededor y compararse, ver lo que otros tienen y aspirar a ello

… mirar alrededor y compararse, ver lo que otros tienen y aspirar a ello… y, de alguna manera, irse deslizando por la pendiente del desasosiego… la envidia es perversa, es una comparación en la que uno sale mal parado y el otro se convierte, de algún modo, en rival… la envidia te come por dentro, te muerde, te dobla sobre ti mismo… y al tiempo, pone una barrera entre tú y aquel o aquellos a quienes envidias… se convierten en rivales, en enemigos, en objeto del menosprecio o del enfado… en realidad el objeto envidiado es lo de menos, la envidia mata la relación, te va encerrando en un pozo de amargura… ¿alternativas?… frente a la envidia los caminos son indirectos… quizás el más necesario debería ser la gratitud, una mirada lúcida y consciente a tu propia vida… aprende a valorar las muchas cosas que das por sentado y que, sin embargo, son oportunidades que no todo el mundo tiene… aprende a celebrar las fiestas propias, los días buenos, los nombres de tu vida… otro camino sería la alegría por el bien ajeno, aprender a sonreír con otros, por otros, sin convertirte a ti mismo en referencia de todo lo que esos otros tienen, viven o celebran… la #rosasinporqué no conoce la envidia, la gratuidad la lleva dar gracias por todo en todo y con todo… ¿eres envidioso y te justificas porque te consideras un desgraciado y un desdichado?, ¿cómo contrarrestas la envida sabiendo que es una inclinación desordenada del ególatra?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 21,20-25)…