Soñador desconcertado pero no desconfiado que, al no entender con lógica humana lo que pasaba, por el amor a tu Amada te abandonabas. Te pido que por el amor a María y a la Iglesia, aunque haya cosas que yo no entienda, no dude en entregarme sin reservas. Que no anteponga mis razones entendibles y limitadas a las razones incomprensibles e ilimitadas de la divina Providencia. Te pido la gracia de la coherencia entre la confianza y el abandono.
Amén.