Soñador humilde que jamás humillaste o denigraste a quien te fallaba, ofendía o se equivocaba. No existió la burla o el desprecio ni en tus palabras, ni en tus gestos, ni en tus miradas; cuando corregías no hacías sentir mal, no maltratabas, no apedreabas. Te pido la gracia de saber ponerme de pie ante cualquier hermano, sin importarme su apellido ni su CV de santidad, sino sólo por ser persona y tratarlo como tal. Que a nadie sepulte vivo con mis juicios o apreciaciones. Que por saber discernir entre el bien y el mal, no me la crea ni me erija en juez de mis hermanos.
Amén.