… me pediste, Señor, que no arrancara la cizaña sino que me preocupara por la siembra de la semilla que Tú mismo sigues abundantemente esparciendo… me pediste, Señor, que no pierda tiempo ni gaste esfuerzos en la cizaña, menos en quienes la siembran… por eso yo te alabo, Señor, servidor nuestro en todo lo que siembras… orquestas el canto del cosmos y afinas el oído que escucha, purificas el aire viciado y abres el pulmón que respira, haces fluida la sangre en el cuerpo y canal la vena que la guía, avivas el verde en la hoja y alegras el ojo que mira… yo te alabo, Señor, servidor nuestro en todo lo que siembras… nos impulsas hacia los demás y desde los demás nos fascinas, nos alientas a un encuentro sin fin y nuevo cada día Tú te muestras, por amor nos das la vida en cada origen y en el amor nos acoges cuando termina… yo te alabo, Señor, servidor nuestro en todo que siembras… en tu afán por nosotros, en tu insomne Presencia, vas del surco a la espiga y del pan a la fiesta, en el día recorres la calle y en la noche nos abres la puerta, en el sabio nos dices verdades y en el último Tú mismo te revelas… yo te alabo, Señor, servidor nuestro en todo lo creado, de todo lo que siembras… la “rosa sin porqué” cuida los brotes de la buena semilla sin perder tiempo en la hierba mala y, así, vive alabando y agradeciendo todo el día… ¿pierdes tiempo con la cizaña y le das demasiada importancia a quien la siembra?, ¿cuidas los brotes buenos en el corazón de tus hermanos?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 13,36-43)…