… ¡qué linda que es la vida de familia donde el “te quiero porque te quiero” no es verso!… donde el amor tiene garantía no por lo que se siente sino por lo que se ofrece… donde se aprende a mirar el fruto del amor tanto más grande cuanto más hecho pequeño… donde se entiende que el hijo es mucho más “mío” cuanto más en verdad lo sea “nuestro”… donde al ver la vida del hijo en los brazos no olvidan los padres que son sus sirvientes y no sus dueños… donde se arrima el oído hasta escuchar del otro su corazón ladero para aliviarle en ternura sus cansancios y alentar en esperanza sus trabajos y sus sueños… donde se cuida la vida con las manos humildes y el corazón sereno… donde se sabe que de todo el trabajo sólo una parte estará en uno hacerlo… donde se aprender que elegir la mejor parte es ocuparse del otro como siervos… la “rosa sin porqué” vive del incondicional afectivo del “te quiero porque te quiero”… ¿valoras y cuidas la vida de familia con el incondicional afectivo o con otras cosas?, ¿das estabilidad y seriedad a tus afectos por lo que ofreces o por lo que sientes?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 5,27-32)…