¡La oración debiera introducirte en la realidad, no evadirte de ella!

oracion2… “caminante peregrino”, no hay razón para que te apures, tu vida no es de urgencias ni de angustias… todo se ordena a conducirte a la paz más profunda y real… tu tarea es mejorar la relación con acontecimientos, sucesos y cosas… una actitud fundamentalmente orante en todo, en la raíz de tu fe… ¡no temas!, que no estás desprovisto ni expuesto sin más… ¡no estás indefenso!… por el contrario, la oración debiera introducirte en la realidad, no evadirte de ella… y llevarte a una acción sana y siempre serena…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, que esto exija, más de una vez, el exilio, la incomprensión y el desprecio circundante ¡no te debe admirar ni extrañar!… la vida presente del que camina orando comporta precisamente eso… no se halla el «sentido» donde apresuradamente lo buscas, sino más allá de las usuales determinaciones y de la terrible lógica humana… «nada se pierde»… hay que insistir en ello: ¡nada se pierde!… el «tesoro» está «escondido», pero, en verdad, ¡está!…

oracion3…. cuando los lazos se estrechan con determinaciones caprichosas… cuando te ahogan las estructuras, prejuicios, comentarios y otras yerbas… es cuando eres -o debes saberte- más libre, por encima y más allá -o más aquí- de cualquier servidumbre… la Palabra de Dios no está encadenada… y tu espíritu vive de la Gracia y puede remontar por encima de nubes y montañas y más allá, siempre más allá o más aquí… no importan las aparentes cadenas de este mundo… ¡ellas mismas pueden serte muy útiles!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, aprendes a trascender las determinaciones cuando están ahí… si no estuvieran no acertarías en tu camino… esto no quiere decir que te conformes con ellas… esto comporta convertirte de verdad en caminante que tiene su vida ya en el Cielo sin pretender ser profeta en tu tierra… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 13,54-58: “… despreciado solamente en su pueblo y en su familia … ”)…