… el desamor por saturación de “yo” y por anemia de “otros” desbarranca en indiferencia… la inmisericordia es el suicidio del “nosotros”, de la familia, de la comunidad… y la ira, el insulto y el maldecir son síntomas que preanuncian esa muerte… porque matar significa “quitar la vida”… la ira despelleja, el insulto lapida, la maldición crucifica… si vives despreciando, quitas la vida al otro… y no alcanza que hoy haya una mayor conciencia de no discriminar, porque el desprecio sigue intacto… asusta, y debería preocupar, la falta de compasión, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, el no comprender las consecuencias de este desprecio o, peor aún, comprenderlo y que no importe… y la crueldad virtual no es menos hiriente… la falta de empatía con el sufrimiento ajeno no se puede camuflar con un “no es para tanto”, “es solo una broma”, “yo me limité a verlo y pasarlo” y otras vacuidades… impermeables y ajenos al otro, creamos cementerios virtuales… la “rosa sin porqué” valora la gratuidad de vida de los demás, por eso evita irritarse, insultar y maldecir*_… ¿te irritas, insultas y maldices y no haces nada porque te parece normal?, ¿viste la cantidad de cementerios que dejan las redes sociales?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 5,20-26)…