… el amor está vinculado esencialmente con la vida, y la vida intrínsecamente con el amor… no hay posibilidad de amar bien sin “dar vida”, y siempre que se “da vida” está, de alguna manera, el amor presente… separar al amor de la vida es un acto de egoísmo maquillado de amor… separar la vida del amor es perverso, porque el alimento de la vida es el amor… el embrión recién gestado en el vientre de la madre se “alimenta de ella”, y lo hará así durante todo el embarazo… el bebé recién nacido se “alimenta de mamá” hasta que pueda recibir otro alimento… además, los mimos, las miradas, las caricias, las palabras, alimentan y fortalecen ese vínculo de amor y vida que, una vez ya grandes, seguimos necesitando para autenticar que amamos y somos amados, que no somos un objeto, ni consideramos al otro como una cosa… amar es desvivirse por el otro, quien ama se desvive… y, así como es triste y vacía la vida sin amor, no le encuentra sentido a la vida quien no se desvive por alguien o por algo… el amor es vida desviviéndose, y la vida amor recibido y dándose… la #rosasinporqué vive porque se desvive, ama desviviéndose, vive amando, y es por la gratuidad que la gestó, la crió y siempre la acompaña… ¿vives desviviéndote?, ¿separas el amor de la vida y la vida del amor?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 12,24-26)…