Domingo de la Sagrada Familia – “Días de familia, familia de Dios”

Todos lo dicen de estas fechas navideñas: son días de familia. En este sentido se nos brinda en el evangelio de este domingo una escena de la Sagrada Familia en la
que poder comprender el alcance de este dicho popular. José discreto, Jesús en las cosas de su Padre y María guardando lo que entiende o no entiende en Dios dentro de su corazón.

Dios no es un dios solitario, que se aburre en su sillón de nubes pescando con un mando a distancia algo en lo que entretenerse sin más.

Dios es un Dios comunión, relación amorosa de tres Personas que se quieren: un Padre que ama al Hijo en el Espíritu, un Amante, un Amado y un Amor, como diría san Agustín.

Y este Dios familiar, nos ha hecho a su imagen y semejanza.

Sin familia el hombre se deshumaniza.

Y por eso Dios, puesto a humanarse, no ha querido prescindir de esta realidad.

Jesús, María y a José, tienen una palabra que decirnos.

Han querido vivir divinamente la aventura humana. Como decía Benedicto XVI, “la revelación bíblica es ante todo expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres: por este motivo, la historia del amor y de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio ha podido ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación”.

Pero no lo tuvo fácil la Sagrada Familia.

Tuvo que afrontar el habitar un mundo muy condicionado por los proyectos ajenos al proyecto de Dios.

El Hijo de Dios, ya desde el inicio de su caminar terrestre tendrá que habérselas con la inseguridad, la insidia, la hostilidad. La vida será amenazada no sólo en el final de un calvario, sino ya en el principio cuando la palabra y los gestos de esta nueva criatura, parecían lejanos de presentar un problema a todos los poderes establecidos.

La vida del Mesías era preciso controlarla, y ante la imposibilidad de esto, era mejor eliminarla o, al menos, censurarla.

Hoy, ante esta vida de Dios que se ha manifestado no sólo hace dos mil años en Belén, sino que a diario se manifiesta en nosotros y entre nosotros, podemos preguntarnos qué tipos de censuras practicamos ¡respecto del mismo Dios!

Porque podemos ser creyentes de un Dios inofensivo, lejano; creyentes en un Dios con domicilio en cualquier panteón clásico, que no nos denuncie los malos vivires y que no nos anuncie cómo son los vivires buenos, un Dios que nos deje en paz.

Hay muchas formas de censurar la vida, la vida que Dios es y que nos da, la vida que Dios pide de nosotros: abortos y eutanasias, injusticias y matanzas, egoísmos e insolidaridades.

Aquella sagrada Familia, como aquellos primeros cristianos, tratándose entre ellos como eran tratados por Dios, fue capaz de transformar el mundo, sacando al Dios desconocido de los panteones para reconocerlo en lo cotidiano, en los días laborables, en lo familiar de una vida humana.

Días de familia, sí, con la Familia de Dios en el corazón y en el horizonte.