… de camino, cabizbajo y malhumorado, desencantado y desilusionado, dejando atrás un sueño crucificado… regreso, ahora, a mi casa… otra vez con las manos vacías, la mirada perdida y el corazón con escasa esperanza de mañana… ¡cuántas veces lo mismo!, ¡cuántas veces!, ¡basta!… llegar al rancho y encontrar el mismo barro, las manos extendidas suplicando algo, las lágrimas secas de tantos años, los infaltables abrazos que te animan por un rato… ¿volveré a salir otra vez?, ¿podré levantarme mañana si no hay mañana?… lo haré, lo haré, Alguien susurró en mí unas chispas de palabras que han puesto mi corazón es ascuas… en esta interminable tarde de cuarentena lo invité a que se quedará en casa… ahora lo sé, al final del camino cosecharemos amor, sembrado en desvelos, palabras, silencios y gestos… compartiremos, en Cena festiva la mesa en que un día dejamos unos panes y unos peces… y descubriremos a nuestro lado a quienes hemos amado tanto… contemplaremos nuestra historia, como sólo el Amor la ve, y Él nos dirá quiénes fuimos… en su Relato, verdad y misericordia bailarán entrelazadas, para mostrarnos luces y sombras… y volverá a arder el corazón como en tantos instantes en que fuimos suyos, y dolerá fuerte el bien que no hicimos… la Vida, mayúscula, eterna, e invencible, acogerá nuestra muerte en su Abrazo… al fin habremos llegado a casa, a la casa de Papá… la #rosasinporqué no deja de caminar, por las mañanas habiendo compartido el pan vuelve a empezar… ¿te dejas acompañar por la Palabra en el camino o caminas solo?, ¿invitas a tu casa a quien hace arder tu corazón?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 24,13-35)…