… cuando el hambre has saciado, piensas que nunca más necesitarás buscar el pan… cuando han secado tus lágrimas, piensas que nunca más volverás a llorar… cuando alguien te ha sacado una sonrisa, piensas que nunca más entristecerás… pero volverás a tener hambre, y a llorar y a entristecerte… y buscarás a aquel que te dio el pan, secó tus lágrimas y te hizo sonreír… pero si el amor te escogiera y se dignara llegar hasta tu puerta y ser tu huésped, ¡cuidado con abrirle e invitarle, si quieres ser feliz como antes eras!… pues no entra solo, tras él vienen los ángeles que inquietan, y te hará soñar con los fracasados y los desposeídos, con los tristes y abandonados, huérfanos de mamá y de papá… y despertará en ti deseos que nunca podrás olvidar, te mostrará estrellas que nunca viste antes… y te hará compartir, en adelante, el peso de los sufrientes de la tierra, y tus cosas ya tanto no te importarán… ¿le abriste gratuitamente?… ¡listo!, fuiste al no abrirle… ¡qué pobre quedas, si lo echaste de un portazo!… la #rosasinporqué todos los días le abre la puerta gratuitamente a los sueños de los otros, y nunca queda insatisfecha sino alegremente saciada… ¿por qué buscas lo que buscas?, ¿abres la puerta de tu corazón a los sueños de los otros?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 6,22-29)…