¡Tú eres Dios!

¡Tú eres Dios!
Pero no un Dios lejano e inaccesible,
distante, insensible, frío e indiferente,
ostentoso y vanidoso de tu Gloria,
callado, rígido, estático y solitario.

¡Tú eres Dios!
Que te cuentas y a todos te revelas,
mientras acompañas y dialogas,
entretejiendo en el telar de la vida,
una historia de amor y de salvación.

¡Tú eres Dios!
Luz que vuelves transparentes
las noches que nos envuelven;
no te quedas en el afuera de la piel,
iluminas con ternura desde adentro.

¡Tú eres Dios!
En el Tabor y en Getsemaní,
escalando y descendiendo;
hecho Pan y Vino y desierto,
gestos, palabras y silencios.

¡Tú eres Dios y Hombre!
Gloria embarrada,
para que nosotros
seamos barro perfumado
con tu Presencia y Gracia.

(… la “rosa sin porqué” fue al Tabor de la gratuidad y regresó al Getsemaní de la vida… con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,2-10…)