¡Que el Señor tenga piedad y te bendiga!

… “caminante peregrino”, termina el año y, ¿dónde estás?… ¿dónde has ido a esconderte?… hay mil cosas que te ocultan… estás detrás de reparos, de proyectos, de instituciones, de modos… eso, eso, sobre todo de modos y de maneras… y te empeñas en multiplicar las ilusiones de métodos inalcanzables para refugiarte mejor… para rechazar mejor, una Presencia tan simple e inmediata…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, ¿es posible, aun hoy, o en el año que se inicia, que reposes en la inmediatez y en la confianza?… porque tantos reparos y métodos cantan bien claro que no tienes confianza ni abandono en Dios… te separas de Él por las modalidades… lo alejas – una y otra vez – porque interpones ese “yo” travieso que no calla y se planta entre Él y tu… y hace dos donde sólo ha de ser Uno…

… es bueno que, de una vez por todas, te animes a plantear la verdad… ¡no confías tanto!… no confías en el “modo” de Dios, sino en tus maneras… no hay verdadero abandono ni desprendimiento alguno de todos esos métodos que se desencadenan como un pesado alud… desde el fondo de un pasado que es puro ocaso y nada más… por tanto, vuélvete y calla, hacia lo más oscuro de tu estancia… calla y trata de escuchar… date cuenta que Él está… ¡Él siempre está!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, recibes luz para un nuevo año en tu caminar con otros siguiendo a tu Señor… que el Señor tenga piedad y te bendiga… que te cubra con su Ternura en forma de Silencio… que despojes tu corazón de ataduras y soldaduras… que tus manos permanezcan abiertas para servir a todos sin distinción… que seas muy feliz sabiéndote muy amado… desayuna y matea con la Verdad en el “pan del día”… (Juan 1,1-18: “… nadie ha visto jamás a Dios…el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre…”)…