Vivir, pero sobre todo desvivirse

… vivir, pero sobre todo desvivirse… porque quien no se desvive, solo dura, solo prolonga, sin causa ni pasión, lo más noble y hermoso… desvivirse es vivir por otro y para otro, por otros y para otros… desvivirse es trascender la propia vida en aquello que hace arder al corazón, que lo inflama y quema… desvivirse tiene su fuente y cima en la gratuidad, de ella nace y a ella tiende… desvivirse a tiempo y a destiempo, oportuna e inoportunamente, siempre… desvivirse sin más de más, sin vueltas ni vueltos… enamorados, amigos y patriotas saben de este desvivirse sin medallas ni condecoraciones, sin publicidad ni aplausos… desvivirse es una manera de vivir y te interrogas por los «modos»… ahora me atrevo a señalarte un grande, muy grande “amor”… es claro que te conviertes en aquello que amas y el «modo» de vivir se sigue, siempre, de ese grande “amor” que acaba por raptarte… pero el «amor» más grande es aquél que se recibe, que es don, que te es dado y participado… de ahí que no es un «modo» de vida, es la misma Vida… así, pues, la apertura de tu corazón no conoce fronteras… la #rosasinporqué se desvive desde la aurora cada mañana, por la gratuidad no puede vivir de otra manera… ¿te desvives apasionadamente o sólo duras en la existencia?, ¿por quienes te desvives cada jornada?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 12,24-26)…