Dolor del hijo, dos veces dolor en la madre

… dolor del hijo, dos veces dolor en la madre… el corazón materno amplifica en sí todo lo que al hijo le acontece… cuanto más alto debe entregarse el amor, más debe abajarse… cuanto más alto se entrega más se abaja, cada entrega más alta en el amor exige un abajamiento mayor… haber tocado el cuerpo bajado del que fue levantado en cruz es haber acariciado con piedad el descender, el declinar de la vida, que erguida se sostenía en la cruz… es recibir con gratitud lo que se pudo hacer y lo que aún queda cuando el vuelo de la vida indica que comienza el descenso… es recibir el testimonio del que pasa la posta y te dice: “¡sigue hasta el final!”… es recibir junto con la muerte, la vida que hay que guardar… “… cuánto sabía de tus entrañas, Madre nuestra, el Padre bondadoso que a todos gesta, que quiso que estuvieras de pie junto a la puerta para dar de nuevo a luz a los que entraran a la Fiesta… mas sabiendo que el paso a la vida tanto cuesta, ya que en forma de cruz quedó la puerta abierta, cuando dejó para siempre la muerte, muerta, supo mostrarnos el asir seguro de tu mano tierna… hoy que llego junto a Ti y veo la cruz de cerca, haz que aprenda mi mano cuando la tuya tiendas que es el amor el que por fin la lleva a donde no quiere ir, pero es bueno que así sea…”… la “rosa sin porqué” se mantiene de pie en las tormentas y, como una madre, tiende la mano y consuela… ¿has sabido valorar el amor que llevó a tu madre a estar de pie siempre junto a tu vida?, ¿guardas silencio ante las lágrimas húmedas de las madres?… (con el Evangelio de Hoy, San Juan 19,25-27)…