“¡Ave María!, purísima: ¡sin pecado concebida!”

… “¡Ave María!, purísima: ¡sin pecado concebida!”… o como saludaban los cristianos en nuestras pampas: “¡en gracia concebida!”… es decir: repleta desde su concepción, desde el inicio de su existencia, de gratuidad, de pura gracia… María, una mujer capaz de ver distinto porque la gratuidad la habita, porque la gracia es en Ella todo… Ella es capaz de ver lo esencial sin despreciar lo accidental… donde todos hubiesen visto una locura, Ella vio un horizonte… donde muchos hubiesen visto una trasgresión, Ella intuyó la promesa de Dios… donde tantos se hubiesen estremecido ante la perspectiva y hubiesen exigido más pruebas, más seguridades o más garantías, Ella exclamó “¡hágase!”… donde la ley era la referencia y la condena, Ella fue capaz de cantar la grandeza del Dios que está con los más pequeños y así supera lo establecido… donde todo era convencional, María, con una acogida hecha al tiempo de ignorancia y valentía, de confianza y entrega, fue capaz de colaborar con Dios de un modo radical… la gratuidad es una disposición tal del corazón que diluye toda tristeza, toda queja, todo lamento y todo ninguneo… la #rosasinporqué está habita por la gratuidad, y eso la hace incondicionalmente receptiva diciendo siempre “¡hágase!”… ¿eres capaz de decir con confianza y alegría “hágase” cuando la gratuidad te invita y convoca?, ¿cuidas la gratuidad que hay en tu corazón?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,26-38)…