… cuando amenaza un peligro, buscas un refugio donde protegerte… cuando la amenaza es desconocida, pero cierta, cuando es escurridiza y extensa, cuando es oculta y artera, el peligro es mayor… a Goliat, David lo veía, lo tenía enfrente, y la desproporción del tamaño de uno y del otro visibilizaba las diferencias: uno confiaba en sus fuerzas, el otro en Dios… no has de vacilar cuando pones tu confianza en el Señor… ¿no caes en la cuenta?, ¿ por qué, entonces, te quedas inmóvil sin reaccionar?… el desierto de la Cuaresma no es un «refugio» sino tierra de lucha y de creación… puedes mirar detrás de los bosques y más allá de ríos y montañas, hasta ocultarte en la inmensidad del mar… más allá, sí, más allá puedes ver, ¿cómo no?… los horizontes jamás se cierran y sólo vienen, de lejos, para abrir las fronteras… Dios no se esconde ni «planta» fronteras donde no las hay ni puede haberlas… existe un refugio inefable en la intemperie: en el silencio y en el gozo del Padre, cuando cierras la puerta de tu habitación para orar… Dios presente te esconde en Su respiro y en su Vida y no te deja en manos de curiosidades o de impertinentes curiosos… el Espíritu no tiene domicilio, nada sabe de una «guía», ni figura en listas de ningún delivery… estar «aquí» es, en realidad, estar allí, o al revés… ¡Dios te refugie siempre en Su vida, en Su misterio!… la #rosasinporqué encuentra su refugio en la confianza, y en la gratuidad conserva la paz y la alegría… ¿dónde te refugias en los peligros?, ¿a dónde llevas a los tuyos cuando hay peligro?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 7,40-53)…