Vives saturado de palabras, te asaltan desde las canciones, están en los perfiles virtuales, en libros, en mil y una conversaciones, chats

… vives saturado de palabras, te asaltan desde las canciones, están en los perfiles virtuales, en libros, en mil y una conversaciones, chats… hablas, decides, escribes, escuchas, lees… y de tanto usarlas, tal vez puedan perder el sentido… empiezas a darlas tan por sentado que no te das cuenta de lo mucho que significan… entonces hablas, pero no vives ni las vives… se te llena la boca con palabras como “alegría”, “amistad”, “fe”, “hermano”, “libertad”, “amor”… hasta que, un día, te das cuenta de que la alegría no es tan profunda, que eres un amigo pésimo, que tu fe vive de rentas o que el amor es solo la letra de una canción… hay circunstancias en la vida que te enfrentan, de golpe, con el verdadero sentido de las palabras… situaciones en que lo auténtico no se puede camuflar, lo superficial se desmorona y emerge la desnudez de lo real… y aunque te asuste y quizás te duela pensar en la vida en serio, también es una buena oportunidad… será la ocasión de callar, de silenciar la palabrería, de dejar de abusar de versos gastados, para retomar la palabra sincera… la vida no es un juego y, ojalá, puedas a pronunciar, con delicadeza, palabras hermosas, como es un “te quiero”… que lo puedas hacer consciente de la belleza, la hondura, la promesa y el compromiso que hay detrás… la #rosasinporqué es gratuidad viva y vivida, por eso su única palabra es amor… ¿abusas de las palabras sin vivirlas?, ¿dejas que el silencio venga en tu ayuda y le dé a tus palabras el valor que poseen?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 12,28-34)…