Una de las cargas que a veces tiene que llevar alguien

… una de las cargas que a veces tiene que llevar alguien, tras haber sufrido algún tipo de agresión, es la “exigencia del perdón”… el agresor convierte el perdón, no en petición humilde, sino en exigencia soberbia: “ya te he pedido perdón”… se convierte esa exigencia en un arma con la que se vuelve a cargar sobre la víctima el peso de una situación… el agresor enarbola el arrepentimiento como arma, lo convierte en exigencia de la fe y de la bondad del otro y empieza a volcar sobre la víctima el peso de la culpa de la situación: “si no me perdona es porque no tiene corazón… es posible que además el agresor se convenza de que “no fue para tanto”, “fue sin querer”, “fue un error”… de ahí el enojo y el insulto, ya que “quien no me perdona es mezquino, rencoroso”… y en el proceso, en lugar de haber verdadera sanación, lo que hay es orgullo… pedir perdón de verdad es algo mucho más complejo… es ser consciente de lo que uno ha hecho mal, y ser consciente de que el otro tiene derecho a estar molesto, enfado, y quiere o necesita distancia… es más, que tiene derecho a perdonar a su manera… quien de verdad se arrepiente no exige el perdón, ¡lo pide!… y, después, espera y acepta… acepta el enfado, y el dolor, y el silencio, acepta los ritmos… y esa espera se convierte en escuela, en pozo de sabiduría, y en silencio en el que la escucha se vuelve a llenar de sentido… la #rosasinporqué sabe perdonar de corazón las ingratitudes y las ofensas, ya que ella misma sabe pedir humildemente perdón por las espinas que su tallo tiene… ¿trivializas el perdón dejándolo en palabras bonitas pero nunca llegas a acciones de sincera reconciliación?, ¿sabes que si no maduras en gratuidad no podrás perdonar de corazón?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 17,1-6)…