¡Testigo desbordado por el inconmensurable amor de Dios!

… “caminante peregrino”, ¿qué tienes que hacer?… pues nada… nada más que abrir tu casa y morada a Aquél que viene, que ya está… una suerte de frenesí acapara a los incautos que creen crecer en la vida a fuerza de «hacer cosas»… y desesperan, porque enseguida comparan sus máscaras y figuras, sin salir más allá…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, ante tanta insatisfacción y vacío con «obras propias» es preciso que levantes los ojos al cielo y busques una altura nueva y fecunda… que sólo viene de Dios… descubre un horizonte más grande, un panorama renovador… ¡que sólo lo alcanzas en la contemplación y en el silencio!…

… el orar mientras caminas es un respiro necesario para remontar vuelo… es claro que no hallaras excesivas compensaciones, de esas que quiere, a toda costa, tu «ego» inquieto… pero se te brindará una fecundidad no posesiva, no proyectada ni artificial, sino real y verdadera… deja y desocupa tu corazón de cosas para que tu Señor lo sea todo… ¡sé testigo desbordado por el inconmensurable amor de Dios!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, dejas de preocuparte por lo que tienes que hacer y te concentras en ser desbordado por Quien tanto te ama… si tu corazón está ocupado, tu Señor no lo podrá plenificar… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 19,16-22: “… ven y sígueme… ”)…