¡Tanto tiempo sin lograr nada!

… ¡tanto tiempo sin lograr nada!, ya treinta y ocho años intentándolo y siempre lo mismo… me arrastro para sumergirme en el “agua” pero, al final del día, me encuentro con la misma camilla, ¡mi casa!, de la mañana… es la espera la retaguardia del tiempo, y yo siempre estoy como en la puerta, aguardando lo que no llega… ¿no sirve de nada intentar, luchar, esperar?, ¿debo seguir arrastrándome con una esperanza incierta?… experiencia atroz ésta de un espacio infecundo en el que lo que se siembra no madura ni cosecha… de repente, ¡una voz que me nombra!… ¿será mi imaginación?, ¿mis deseos proyectados que deliran?… “¿quieres curarte?”… ¡claro que sí!, ¿no se da cuenta?… lo quiero con toda el alma, pero no llego, ¡no llego!, ya que otro se adelanta y me “gana”… trece mil ochocientos setenta días intentándolo, trescientas treinta y dos mil ochocientos ochenta horas esperando, y tú simplemente me dices “¡levántate!, toma tu camilla y camina”… ¿fueron vanos tantos esfuerzos de los músculos, tantos sinsabores de las lágrimas, tantas noches de soledad cerrada?… ¿quién eres desconocido que me hablas?… te hice caso, tomé la camilla y caminé… te encontré luego en el Templo, ya sin la camilla entre las manos, y me dijiste: “no vuelvas a pecar”… recién entonces comprendí que mi parálisis no era del cuerpo sino del alma… la #rosasinporqué se deja encontrar por la gratuidad, cada mañana se levanta y anda… ¿intentas hasta el cansancio lo que deseas o te resignas sin causa?, cuáles son tus parálisis del alma?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 5,1-3a-5-18)…