Señor, disculpa mis flaquezas

… “… Señor, disculpa mis flaquezas, mis caídas y silencios… dame otra oportunidad, olvida mis negaciones, mi tibieza, mis eternas contradicciones… ¡ábreme otra vez la puerta, acógeme en tu casa y en tu abrazo!…Tú, que sabes cómo soy…”… “… perdona tú, hijo, a quien te hirió con sus flaquezas, sus caídas y silencios… a quien no estuvo a la altura, a quien no supo quererte bien…”… “… pero, Señor, ¿por qué?, ¿para que me vuelva a herir, me falle de nuevo, o traicione por la espalda?… ¿cómo olvidar la decepción, las medianías, las perpetuas frustraciones?… ¿por qué mantener la puerta abierta, mi casa dispuesta y el brazo tendido?….”… he ahí el dilema, constante y humano, la doble medida… la piedad suplicada para uno mismo y negada al otro… el amor acogido con gratitud, pero entregado con cuentagotas… la claridad ante la necesidad propia, que se vuelve ceguera ante lo ajeno… ¡demos a Dios lo que es de Dios, y a los hombres también!… que si al hombre le damos sólo lo que es del hombre lo condenamos a la indiferencia… aprendamos de Dios, que es Padre de misericordia… la #rosasinporqué obra con y desde la gratuidad, lo que implica una justicia superior justificada por la misericordia… ¿eres solamente justo desplazando la misericordia?, ¿empequeñeces la misericordia porque desplazas la justicia?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 12,13-17)…