¡No hay fórmulas en la amistad!

… “caminante peregrino”, sonríe y abandónate… tu Señor te habla directo al corazón… y esa relación de amor, hecha oración de amistad, es siempre fecunda aunque padezca distracciones y terribles arideces… ¡no temas!… deja que el Espíritu ore en tu corazón… esto no se aprende… se sabe, se gusta, se goza…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, aún cuando nada sientas, aún cuando te parezca que nada ocurre, Él está… sí, ¡Él está siempre!… es entonces cuando la confianza y el abandono deben alcanzar sus más altas cimas… abre la puerta de tu jardín, de tu oratorio interior y escondido… respira el aire que nunca has dejado de respirar…

… no has empezado ayer a caminar, ni en fecha alguna… tu vida está escondida con Cristo en Dios desde siempre… ¡no hay fórmulas en la amistad!… de tu parte: arrojo y confianza… despréndete de tus cuidados y déjate elevar donde no sospechas… non temas, ¡confiesa con tus labios y con tu vida lo que tu corazón gusta de cada encuentro!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, dialogas con tu Amigo y Señor en la confianza de la intimidad donada… es diálogo secreto y esencial, es diálogo que te constituye, como a Simón, en “piedra” sobre la cual el Sueño del Padre se eleva… ¡entra en las ensoñaciones de Dios!… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 16,13-19: “… feliz de ti, Simón, hijo de Jonás…”…)…