¡No es tu vida una historia de cáscaras o de superficies!

“caminante peregrino”, las tormentas del desierto dejan los caminos desolados… ¿qué son?… ¿qué ocurre cuando muerdes la arena que golpea tu rostro?… describir estas sacudidas en la «nada» no es posible… escapa a cualquier intento… pero, ¡poco importa!… lo sabes muy bien, pues lo has aprendido en casa, no allá lejos… en casa, sí, en la casa edificada sobre roca… porque el desierto está en casa, aquí mismo, sin distancia… y debajo, sí, ¡debajo está la paz!…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, las superficies son harto movedizas y, por lo mismo, cambian y mueren… no tienen consistencia, casi no son… si buscas lo que «es», desciende a la hondura, más profundamente, donde puedes hallar la verdad y la vida… lo más cierto no es lo más manifiesto, ni lo más difundido, o querido, o «vulgar»… lo más cierto siempre se halla escondido, como el tesoro en el campo…

… no es tu vida una historia de cáscaras o de superficies… o de simples cosillas exteriores… ¡nada de eso!… es preciso, siempre, que te aventures y busques, aunque te parezca insólito y hasta peligroso… si quieres internarte en el desierto verdadero… que no tiene «por-qué»… ni es esto o aquello… ¡desciende y despréndete se superficies!… de superficialidades, y de todas esas cosas que brillan demasiado… sumérgete y recibe… luego verás… roca, no arena…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, edificas sobre roca y no sobre la superficie… tu casa es donde habitas, donde caminas y tienes tu respiro… siempre tendrás adversidades y contrariedades, pero las tormentas dejan ver la roca porque se llevan las arenas… aliméntate con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 7,21-29: “… hombre sensato que edificó su casa sobre roca…”…)…