Necesito ser como un niño

… necesito ser como un niño pequeño para dejarme sorprender, para volver a sonreír con el vuelo de los pájaros, para poder jugar sin parar, para correr confiado a los brazos de papá y de mamá, para dormirme rezando en “dulce compañía”… necesito dejar de ser grande y pretensioso, grandotote y altanero, agrandado y soberbio… necesito ser agradecido y disfrutar el día sabiendo que Alguien me cuida, necesito no pensar tanto en el mañana y dejar el ayer en el “recién nomás”… ¡líbrame, Señor, de la ingratitud de los grandes!… la ingratitud sólo mira el don, no al rostro de la persona… sus manos se extienden abiertas para recibir y se esconden en la espalda para retener… el corazón se agita para desear pero no reconoce para festejar… no contempla con gozo lo que tiene, exige con lamentos lo que le falta… prefiere la posesión de las cosas a la libre acogida de las miradas… sepulta en su memoria turbia la bondad de los que lo han amado, y saca a flote sus deficiencias… la palabra “gracias” suena fría como una computadora de mercado al final de la lista de ventas al cliente… se encierra en las relaciones que domina en vez de abrir toda su existencia en la generosidad infinita que desborda en la amistad y en la familia… quiero ser como un niño pequeño, Señor, ¡líbrame de la ingratitud!… la #rosasinporqué no conoce la ingratitud porque siempre se mantiene niña y pequeña… ¿eres ingrato y desagradecido?, ¿miras más el regalo que a quién te regala?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 18,1-5.10.12-14)…