Nada tengo y nada veo, mendigo y ciego

… nada tengo y nada veo, mendigo y ciego… al borde del camino espero que pase el tiempo, no conozco la luz del día, ni la oscuridad de la noche, no sé del cuerpo abrigado ni de la panza llena… escucho que alguien se acerca, ignoro su rostro y silueta, supongo que es al que llaman “Maestro”, y grito… grito como mendigo y ciego, que nada tengo y nada veo… ¿qué me calle?… ¿acaso no saben lo que es sobrevivir entre los límites de la muerte y la vida?… y grito más fuerte: “¡ten piedad de mí!”, “¡ten piedad de mi!”… ¿cómo que me llama?… ¿a mí que soy mendigo y ciego?… después de un tiempo me dijeron, que un joven rico que bien veía y vestía, el Señor, que era aquel Maestro, le había dicho “sólo te falta una cosa”, y que triste se había ido como si tal cosa… yo por mi lado, sólo dejé el manto, que era mi piso, mis paredes y mi techo, y lo sigo a Él por todos lados… ahora ¡veo!, aunque siga ciego… ¿mendigo?, sí… pero nada quiero, ya que ¡todo lo tengo!… la #rosasinporqué ve con los ojos de la gratuidad y todo le resulta bello y bueno… ¿ves con los ojos de la gratuidad o aún eres ciego?, ¿ayudas a que los tuyos vean con los ojos de la gratuidad?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 10,46-52)…