Nada tengo y nada veo, mendigo y ciego

… nada tengo y nada veo, mendigo y ciego, al borde del camino espero que pase el tiempo, no conozco la luz del día, ni la oscuridad de la noche, no sé del cuerpo abrigado ni de la panza satisfecha… escucho que alguien se acerca, ignoro su rostro y silueta, supongo que es al que llaman “Maestro”, y grito… grito como mendigo y ciego, que nada tengo y nada veo… ¿qué me calle?, ¿acaso no saben lo que es sobrevivir en los bordes de la nada?… y grito más fuerte: ¡ten piedad de mí!, ¡ten piedad de mi!… ¿cómo que me llama?, ¿a mí que soy mendigo y ciego?… después de un tiempo me dijeron, que un joven rico y que bien veía, el Señor, que era aquel Maestro, le había dicho “sólo te falta una cosa”, y que triste se había ido como si tal cosa… yo por mi lado, sólo dejé el manto… y lo sigo a Él por todos lados… ahora “veo”, aunque siga ciego… ¿mendigo?, sí, pero nada quiero, ya que todo lo tengo… la #rosasinporqué ve con la gratuidad y todo lo tiene, por eso vive en una incesante acción de gracias… ¿eres ciego y mendigo?, ¿has sido capaz de ponerte de pié y dejar tu manto?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 18,35-43)…