Llega la hora, ¡y qué hora!, en la que la fidelidad en el amor es puesta a prueba

… llega la hora, ¡y qué hora!, en la que la fidelidad en el amor es puesta a prueba… no es que dudes de tu amor, ni de la sinceridad de tus sentimientos y entrega, ¡no!… pero, es posible, que esa fidelidad la midas por tus fuerzas, por tu lealtad y por tu nobleza… cuántos “jamás te voy a dejar”, cuántos “tú sabes que lo eres todo para mí”, cuántos “a nosotros no nos va a pasar”, cuántos “yo sé cuánto te amo”… ¡vara muy pequeña la del “yo” para sostener una comunión de vida y amor!… la grandeza del amor es vivida en corazones de barro, en seres débiles y frágiles… y cuando quien te ama te pregunta tres veces sobre tu amor, habiendo él sufrido no el desamor sino la debilidad en tu entrega, tienes que estar muy enamorado para gritar mil veces que lo amas de verdad… la fidelidad no es un trofeo de impecables, ni una medalla al mérito por no haberse equivocado nunca… la fidelidad es una realidad cotidiana que humildemente se gesta en volver una y otra vez a empezar, en volver a decir: “tú sabes que te amo, tu sabes que te quiero… yo, ya no lo sé… ¡tú lo sabes!…”… la #rosasinporqué vive en fidelidad enamorada, sostenida no por sus presuntas fuerzas sino por la gratuidad de quien la ama… ¿vives en fidelidad enamorada?, ¿tu fidelidad se basa en la gratuidad de quien te ama?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 21,1-14)…